lunes, 27 de febrero de 2012

Capítulo III

La noticia de que había sido encontrada semi-muerta a medianoche en el patio corrió como pólvora por todos lados, a pesar de que hacia quince días que me habían dado el alta la gente seguía viéndome raro como cuando recién llegue aquí, hasta Dominic mantenía su distancia, en cuanto pude le explique lo acontecido, me creyó ya que había varios testigos, pero a partir de ese día no volvió a buscarme para platicar y mucho menos para invitarme de nuevo a salir, hasta yo misma me notaba extraña, cada vez que miraba al espejo por las mañanas sentía que no estaba viendo mí reflejo, algo había cambiado después de esa noche y no podía descifrar que era, no quería pensar que todo era obra del Maxim, a nadie se lo había mencionado, ni siquiera a Isabelle le había mencionado el mayor cambio de todos: me había vuelto ultrasensible, los olores eran cada vez más penetrantes, mí sentido del tacto se volvió ultra fino y mis ojos… podían captar hasta el batir de alas de un colibrí, cada vez me encerraba más en mí cuarto, no soportaba la luz del Sol, los ruidos me taladraban la cabeza, constantemente padecía migraña cosa que antes jamás. Pero por lo menos algo había mejorado: no volví a verlo en sueños, no volví a saber nada de él pero de algo estaba segura, regresaría…
Los días cada vez se me hacían más eternos, y las noches… horribles, no podía descansar, mis sueños eran intranquilos, y… muy reales, desde que el Maxim no me visitaba cada vez que cerraba los ojos veía a mí madre, despertaba bañada en sudor frió y en lagrimas, la ultima pesadilla no era el cuerpo de mí mamá el que estaba tirado era yo… me observe desde las alturas y cuando creía que llegaba al cielo una fuerza me jalaba hacia las tinieblas, gritaba desesperada, abrí los ojos de golpe con Rose moviéndome…
-         ¿Otra vez? – noté su voz angustiada, no sabía que responder.

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Los días continuaron transcurriendo sin ningún acontecimiento de gran mención, pronto serian las vacaciones de invierno y junto con eso la desaparición del 98% del alumnado, los que no tenían casa a donde ir o (como yo) no los recibían debían de quedarse en la escuela, mantenían un control muy estricto respecto a ese tema, desde un mes antes los alumnos que iban a pasar Navidad con su familia debían de presentar una carta de sus padres diciendo que efectivamente iban a estar con ellos. Mí primer año aquí las fiestas fueron muy tristes ya que era la primera vez que estaba completamente sola, Isabelle también se iba a su casa, cada año me invitaba pero mi padre nunca me daba permiso. Esta Navidad no sería diferente… o al menos eso creía. La última semana de clases pasó rápidamente, en gran medida se debió a que ningún profesor dio su materia, sería una pérdida de energía ya que nadie ponía atención, las clases cesaron siete días antes de Noche Nueva, la Academia se quedo desierta. Era raro que me llegara a topar con alguien en vacaciones por lo que toda la escuela era mía, por suerte la cocina seguía funcionando era el único momento en que veía a los demás abandonados, el primer sábado a la hora del almuerzo me dirigí al Comedor, en cuanto cruce las puertas los que estaban dentro se giraron para ver quien entraba, era normal esa actitud ya que querían saber quiénes se quedaban, éramos los mismos siempre más uno o dos de primer año, me senté alejados de todos, el menú vacacional no era tan apetitoso como el ordinario pero al menos era comestible, tenía que ponerme al corriente con la asignatura de Geografía si quería buena nota, la silla de delante de mí se recorrió, alcé la mirada sorprendida, no reconocí a quien me sonreía.
-      ¿Está ocupado este asiento? – jamás en mi vida había visto al joven que tenía delante de mí, negué con la cabeza tratando de reconocerlo, pero fue en vano, vi como me tendía la mano – Soy André
-      Sophie – se la estreche, no, no lo conocía, eso era obvio, no hubiese olvidado una sonrisa tan hermosa como aquella, esa piel aterciopelada de color marfil ni esos ojos azules que parecían sonreír.
-      Sabiduría –
-      ¿Perdón? – debes de parecer una tonta, cierra la boca, me dije a mí misma, André se rió.
-      Tú nombre, Sophie significa sabiduría – le dio una mordida a su manzana mostrando su perfecta dentadura, me miraba fijamente, debía de esperar a que yo dijera algo, estaba demostrando al 100% mí perfecta incapacidad de socialización.
-      ¿Eres nuevo, verdad? – rece para que así fuera.
-      Sep, me acaban de inscribir mis padres, pero no tomaron en cuenta que aquí si dan vacaciones de invierno, así que bueno… tendré que pasar aquí una temporadita sin clases, sirve que conozco la escuela – escuche su historia absorta en su voz, no podría definirla de alguna manera, era dulce pero al mismo tiempo grave, poseía un matiz de misterio mezclado con amabilidad, pero de algo estaba segura: era atrayente.
-      ¿No celebran Navidad? – se me hacía poco creíble que sus padres y él hubiesen olvidado que por esas fechas eran las fiestas.
-      No tenemos acostumbrado celebrarla, se nos hace una fiesta de frivolidad donde todos compiten por ver quien recibe un mejor regalo o quien se viste de manera más lujosa, mi familia en cambio en lugar de gastar dinero en nosotros todo lo donamos a obras de caridad, y no te lo digo para alzarme el cuello ni nada, sino simplemente para que entiendas mí nulo gusto por los regalos – parecía ser un chico seguro de sí mismo, y aparte… caritativo, y muy guapo, un hombre como pocos.
-      ¿Y tú porque no estás en casa? – íbamos camino al patio, había estado evitando a toda costa acercarme a la estatua del Ángel Negro, pero mis pies parecían obedecer a una orden suprema, mire hacia otro lado cuando hizo la pregunta prohibida, esta apenas era la tercera Navidad sin mí madre, aun estaba muy reciente todo.
-      Mi padre no quiere que vaya – me quede pasmada por la respuesta, cada vez que me preguntaban eso respondía que porque mi padre estaba de viaje o algo por el estilo, de hecho eso estaba a punto de decir pero algo me impulso a decir la verdad, André era un completo extraño y ya estaba contándole mis penurias, que demonios estaba ocurriéndome.
-      Vaya – su voz destilaba tristeza, lo mire, estaba observándome, no, mejor dicho penetrándome con sus ojos azules, estaba leyendo dentro de mí, y parecía ser que lo que observaba era triste, sonrió de lado, habíamos llegado a mí banca favorita, tomo asiento y como si supiera cual era mí rincón ese dejo para mí, me senté junto a él encogiéndome de hombros, me agarre en una coleta el cabello y noté de inmediato como observaba mis muñecas, maldije para mis adentros - ¿Puedo preguntar qué te ocurrió? –
-      Creo que se puede sobrentender lo que me paso – mire hacia otro lado – En septiembre pasado, 13 para ser exactos, mi madre cumplió dos años de fallecida – los recuerdos llegaron de golpe, mi madre, sangre, la cocina, todo…
-      ¿Enfermedad? – su voz me regreso a la realidad, negué con la cabeza –
-      Se suicido – le mostré mis muñecas directamente, ambas cicatrices brillaban pálidamente bajo el Sol, tomo mis manos delicadamente mirándolas, las acaricio con el pulgar, ahí donde tocaba sentía un calor extraño, el pulso se me comenzó a acelerar, volví a colocar las manos sobre mí regazo – La encontré muerta en la cocina desangrada, nunca supe la razón, no dejo carta, no dejo nada, creía que era feliz, nunca vi que discutiera con mi padre, ni que regresara enojada del trabajo, y te puedo jurar que jamás la vi llorando, los paramédicos no pudieron hacer nada, dijeron que ya llevaba varias horas muerta, mi papá se había ido de viaje de negocios y apenas llegaba ese día, yo estaba dormida, no escuche nada… la mañana siguiente ya desperté aquí, ni siquiera se me permitió ir al velorio, no me despedí de ella – no me di cuenta que estaba llorando hasta que André me limpio las lagrimas, me levante enseguida, debía de pensar que era una loca – Hace seis meses intente hacerle compañía a mí mamá pero una compañera me encontró en los baños, no sé si odiarla por no haberme dejado morir o agradecérselo, por el momento sigo sin poder verla a la cara – nunca me había sincerado tanto con alguien, Is podía saber mis secretos pero no mis sentimientos, esos eran míos y de nadie más bueno… ahora también eran de la persona que acababa de conocer. Escuche sus pasos cada vez más lejos, cerré los ojos conteniéndome, eso me ganaba por contarle mí desagradable historia familiar a un completo desconocido.
-      Toma – me sorprendió su voz en el oído, dejo caer sobre mí mano un capullo de rosa – Esa eras tú, estabas dentro de una burbuja donde nadie entraba, ahora arrójala – un aire glacial nos rodeo en ese momento, abrí la mano y este se lo llevo volando – Ahora, esta eres tú – me tendió una hermosa rosa roja – Me abriste tú corazón y tú mente, y te estoy eternamente agradecido – lo mire sorprendida, lo acababa de conocer y ya estaba siendo… ¿romántico? Un escalofrió me recorrió la espalda pero no tenía nada que ver con el frio que nos rodeaba, “Aléjate”, me quede petrificada al escuchar esa voz, tenía demasiado tiempo que no la oía, “Ahora mismo, corre”.
-      Gracias – sin saber la verdadera razón le di la espalda y eche a andar hasta mí dormitorio, no escuche que me siguiera, el corazón me latía a mil por hora, no sabía lo que acababa de ocurrir, ¿acaso me estaría vigilando?
Durante el resto de las vacaciones tuve muchos encuentros con André y ninguno más del Maxim.

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-      Dime como se dice… escuchar –
-      Écouter – respondió alegremente con un semi perfecto acento francés, al regreso de vacaciones tendríamos un examen algo complicado por lo que llevaba días ayudándolo a estudiar, ambos estábamos tendidos en mí cama ya que desde la semana anterior una tormenta invernal había cubierto de nieve toda la Academia – Ahora tú dime como se dice… detrás de –
-      Derrière – me reí - ¿Recuerdas que soy francesa? El que necesita estudiar eres toi – estaba pasando las paginas cuando vi de reojo que cerraba el libro mirándome – Abre le livre, soy tú professeur y es mí responsabilidad que pases ese examen – alborote con la mano su cabello castaño claro, tenía cierta fijación ya que este parecía reacio a peinarse.
-      Viví en Francia toda mi infancia, bueno desde que nací hasta que cumplí 7 años, mi madre es francesa, creo que se lo suficiente como para aprobar – lo mire con ojos de asesina, pero al fijar la vista en su mirada no pude menos que suavizarla, no parecía arrepentido de lo que había hecho pero tenían un brillo de inocencia, como el de un niño que recién lo descubrió su madre en una travesura – Quería pasar más tiempo contigo, y pensé que con esto ganaría tardes enteras, después de tu huida el primer día que nos conocimos, temía que desaparecieras – su voz destilaba honestidad absoluta, nadie en la Tierra hubiese sido capaz de soportar semejante rostro sin perdonar.
-      Si querías estar conmigo no había necesidad de mentir – últimamente se me estaba dando muy bien esto de estar con chicos, bueno, con André mejor dicho – No hui, simplemente me puse nerviosa y pues… - no sabía que decir, a pesar de que ya conocía toda mí triste historia aun no le contaba sobre mis sueños, eso me lo guardaría digamos hasta que… estuviese en su lecho de muerte, “Te dije que te alejaras de él”, mire el reloj, las 6 en punto, cada día desde que había conocido a André a las 6 de la tarde el Maxim me hablaba, era como una especie de cita implícita, pero había notado que solamente ocurría cuando estaba con él, suspire, empezaba a acostumbrarme pero me molestaba que en ocasiones la voz en mí cabeza estuviera tan alta que me impedía escuchar la que estaba fuera, André miro el reloj.
-      Sé que significa que el palito grande llegue al 12 y el pequeño al 6 – observe como se levantaba de la cama sin decir una palabra, desde que el Maxim había regresado parecía que a esa hora se rompía el encanto y yo volvía a ser la calabaza – solamente que… - se giro rápidamente y me beso… el Maxim gruño hasta impedir que escuchara cualquier sonido, era obvio que no tenia la mas mínima idea de cómo besar así que me deje llevar, André se rio contra mis labios, me sonroje ¿acaso había besado tan mal? – Para ser tu primer beso no estuvo nada mal – salió de la habitación sin decir nada mas, me dejo como estaba, petrificada sobre mi cama, mi respiración agitada y el corazón mil por hora, aun podía escuchar el eco de los gritos en los oídos… no entendía la razón de tanto escándalo al final de cuentas él no era más que un sueño.

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