lunes, 27 de febrero de 2012

Capítulo III

La noticia de que había sido encontrada semi-muerta a medianoche en el patio corrió como pólvora por todos lados, a pesar de que hacia quince días que me habían dado el alta la gente seguía viéndome raro como cuando recién llegue aquí, hasta Dominic mantenía su distancia, en cuanto pude le explique lo acontecido, me creyó ya que había varios testigos, pero a partir de ese día no volvió a buscarme para platicar y mucho menos para invitarme de nuevo a salir, hasta yo misma me notaba extraña, cada vez que miraba al espejo por las mañanas sentía que no estaba viendo mí reflejo, algo había cambiado después de esa noche y no podía descifrar que era, no quería pensar que todo era obra del Maxim, a nadie se lo había mencionado, ni siquiera a Isabelle le había mencionado el mayor cambio de todos: me había vuelto ultrasensible, los olores eran cada vez más penetrantes, mí sentido del tacto se volvió ultra fino y mis ojos… podían captar hasta el batir de alas de un colibrí, cada vez me encerraba más en mí cuarto, no soportaba la luz del Sol, los ruidos me taladraban la cabeza, constantemente padecía migraña cosa que antes jamás. Pero por lo menos algo había mejorado: no volví a verlo en sueños, no volví a saber nada de él pero de algo estaba segura, regresaría…
Los días cada vez se me hacían más eternos, y las noches… horribles, no podía descansar, mis sueños eran intranquilos, y… muy reales, desde que el Maxim no me visitaba cada vez que cerraba los ojos veía a mí madre, despertaba bañada en sudor frió y en lagrimas, la ultima pesadilla no era el cuerpo de mí mamá el que estaba tirado era yo… me observe desde las alturas y cuando creía que llegaba al cielo una fuerza me jalaba hacia las tinieblas, gritaba desesperada, abrí los ojos de golpe con Rose moviéndome…
-         ¿Otra vez? – noté su voz angustiada, no sabía que responder.

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Los días continuaron transcurriendo sin ningún acontecimiento de gran mención, pronto serian las vacaciones de invierno y junto con eso la desaparición del 98% del alumnado, los que no tenían casa a donde ir o (como yo) no los recibían debían de quedarse en la escuela, mantenían un control muy estricto respecto a ese tema, desde un mes antes los alumnos que iban a pasar Navidad con su familia debían de presentar una carta de sus padres diciendo que efectivamente iban a estar con ellos. Mí primer año aquí las fiestas fueron muy tristes ya que era la primera vez que estaba completamente sola, Isabelle también se iba a su casa, cada año me invitaba pero mi padre nunca me daba permiso. Esta Navidad no sería diferente… o al menos eso creía. La última semana de clases pasó rápidamente, en gran medida se debió a que ningún profesor dio su materia, sería una pérdida de energía ya que nadie ponía atención, las clases cesaron siete días antes de Noche Nueva, la Academia se quedo desierta. Era raro que me llegara a topar con alguien en vacaciones por lo que toda la escuela era mía, por suerte la cocina seguía funcionando era el único momento en que veía a los demás abandonados, el primer sábado a la hora del almuerzo me dirigí al Comedor, en cuanto cruce las puertas los que estaban dentro se giraron para ver quien entraba, era normal esa actitud ya que querían saber quiénes se quedaban, éramos los mismos siempre más uno o dos de primer año, me senté alejados de todos, el menú vacacional no era tan apetitoso como el ordinario pero al menos era comestible, tenía que ponerme al corriente con la asignatura de Geografía si quería buena nota, la silla de delante de mí se recorrió, alcé la mirada sorprendida, no reconocí a quien me sonreía.
-      ¿Está ocupado este asiento? – jamás en mi vida había visto al joven que tenía delante de mí, negué con la cabeza tratando de reconocerlo, pero fue en vano, vi como me tendía la mano – Soy André
-      Sophie – se la estreche, no, no lo conocía, eso era obvio, no hubiese olvidado una sonrisa tan hermosa como aquella, esa piel aterciopelada de color marfil ni esos ojos azules que parecían sonreír.
-      Sabiduría –
-      ¿Perdón? – debes de parecer una tonta, cierra la boca, me dije a mí misma, André se rió.
-      Tú nombre, Sophie significa sabiduría – le dio una mordida a su manzana mostrando su perfecta dentadura, me miraba fijamente, debía de esperar a que yo dijera algo, estaba demostrando al 100% mí perfecta incapacidad de socialización.
-      ¿Eres nuevo, verdad? – rece para que así fuera.
-      Sep, me acaban de inscribir mis padres, pero no tomaron en cuenta que aquí si dan vacaciones de invierno, así que bueno… tendré que pasar aquí una temporadita sin clases, sirve que conozco la escuela – escuche su historia absorta en su voz, no podría definirla de alguna manera, era dulce pero al mismo tiempo grave, poseía un matiz de misterio mezclado con amabilidad, pero de algo estaba segura: era atrayente.
-      ¿No celebran Navidad? – se me hacía poco creíble que sus padres y él hubiesen olvidado que por esas fechas eran las fiestas.
-      No tenemos acostumbrado celebrarla, se nos hace una fiesta de frivolidad donde todos compiten por ver quien recibe un mejor regalo o quien se viste de manera más lujosa, mi familia en cambio en lugar de gastar dinero en nosotros todo lo donamos a obras de caridad, y no te lo digo para alzarme el cuello ni nada, sino simplemente para que entiendas mí nulo gusto por los regalos – parecía ser un chico seguro de sí mismo, y aparte… caritativo, y muy guapo, un hombre como pocos.
-      ¿Y tú porque no estás en casa? – íbamos camino al patio, había estado evitando a toda costa acercarme a la estatua del Ángel Negro, pero mis pies parecían obedecer a una orden suprema, mire hacia otro lado cuando hizo la pregunta prohibida, esta apenas era la tercera Navidad sin mí madre, aun estaba muy reciente todo.
-      Mi padre no quiere que vaya – me quede pasmada por la respuesta, cada vez que me preguntaban eso respondía que porque mi padre estaba de viaje o algo por el estilo, de hecho eso estaba a punto de decir pero algo me impulso a decir la verdad, André era un completo extraño y ya estaba contándole mis penurias, que demonios estaba ocurriéndome.
-      Vaya – su voz destilaba tristeza, lo mire, estaba observándome, no, mejor dicho penetrándome con sus ojos azules, estaba leyendo dentro de mí, y parecía ser que lo que observaba era triste, sonrió de lado, habíamos llegado a mí banca favorita, tomo asiento y como si supiera cual era mí rincón ese dejo para mí, me senté junto a él encogiéndome de hombros, me agarre en una coleta el cabello y noté de inmediato como observaba mis muñecas, maldije para mis adentros - ¿Puedo preguntar qué te ocurrió? –
-      Creo que se puede sobrentender lo que me paso – mire hacia otro lado – En septiembre pasado, 13 para ser exactos, mi madre cumplió dos años de fallecida – los recuerdos llegaron de golpe, mi madre, sangre, la cocina, todo…
-      ¿Enfermedad? – su voz me regreso a la realidad, negué con la cabeza –
-      Se suicido – le mostré mis muñecas directamente, ambas cicatrices brillaban pálidamente bajo el Sol, tomo mis manos delicadamente mirándolas, las acaricio con el pulgar, ahí donde tocaba sentía un calor extraño, el pulso se me comenzó a acelerar, volví a colocar las manos sobre mí regazo – La encontré muerta en la cocina desangrada, nunca supe la razón, no dejo carta, no dejo nada, creía que era feliz, nunca vi que discutiera con mi padre, ni que regresara enojada del trabajo, y te puedo jurar que jamás la vi llorando, los paramédicos no pudieron hacer nada, dijeron que ya llevaba varias horas muerta, mi papá se había ido de viaje de negocios y apenas llegaba ese día, yo estaba dormida, no escuche nada… la mañana siguiente ya desperté aquí, ni siquiera se me permitió ir al velorio, no me despedí de ella – no me di cuenta que estaba llorando hasta que André me limpio las lagrimas, me levante enseguida, debía de pensar que era una loca – Hace seis meses intente hacerle compañía a mí mamá pero una compañera me encontró en los baños, no sé si odiarla por no haberme dejado morir o agradecérselo, por el momento sigo sin poder verla a la cara – nunca me había sincerado tanto con alguien, Is podía saber mis secretos pero no mis sentimientos, esos eran míos y de nadie más bueno… ahora también eran de la persona que acababa de conocer. Escuche sus pasos cada vez más lejos, cerré los ojos conteniéndome, eso me ganaba por contarle mí desagradable historia familiar a un completo desconocido.
-      Toma – me sorprendió su voz en el oído, dejo caer sobre mí mano un capullo de rosa – Esa eras tú, estabas dentro de una burbuja donde nadie entraba, ahora arrójala – un aire glacial nos rodeo en ese momento, abrí la mano y este se lo llevo volando – Ahora, esta eres tú – me tendió una hermosa rosa roja – Me abriste tú corazón y tú mente, y te estoy eternamente agradecido – lo mire sorprendida, lo acababa de conocer y ya estaba siendo… ¿romántico? Un escalofrió me recorrió la espalda pero no tenía nada que ver con el frio que nos rodeaba, “Aléjate”, me quede petrificada al escuchar esa voz, tenía demasiado tiempo que no la oía, “Ahora mismo, corre”.
-      Gracias – sin saber la verdadera razón le di la espalda y eche a andar hasta mí dormitorio, no escuche que me siguiera, el corazón me latía a mil por hora, no sabía lo que acababa de ocurrir, ¿acaso me estaría vigilando?
Durante el resto de las vacaciones tuve muchos encuentros con André y ninguno más del Maxim.

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-      Dime como se dice… escuchar –
-      Écouter – respondió alegremente con un semi perfecto acento francés, al regreso de vacaciones tendríamos un examen algo complicado por lo que llevaba días ayudándolo a estudiar, ambos estábamos tendidos en mí cama ya que desde la semana anterior una tormenta invernal había cubierto de nieve toda la Academia – Ahora tú dime como se dice… detrás de –
-      Derrière – me reí - ¿Recuerdas que soy francesa? El que necesita estudiar eres toi – estaba pasando las paginas cuando vi de reojo que cerraba el libro mirándome – Abre le livre, soy tú professeur y es mí responsabilidad que pases ese examen – alborote con la mano su cabello castaño claro, tenía cierta fijación ya que este parecía reacio a peinarse.
-      Viví en Francia toda mi infancia, bueno desde que nací hasta que cumplí 7 años, mi madre es francesa, creo que se lo suficiente como para aprobar – lo mire con ojos de asesina, pero al fijar la vista en su mirada no pude menos que suavizarla, no parecía arrepentido de lo que había hecho pero tenían un brillo de inocencia, como el de un niño que recién lo descubrió su madre en una travesura – Quería pasar más tiempo contigo, y pensé que con esto ganaría tardes enteras, después de tu huida el primer día que nos conocimos, temía que desaparecieras – su voz destilaba honestidad absoluta, nadie en la Tierra hubiese sido capaz de soportar semejante rostro sin perdonar.
-      Si querías estar conmigo no había necesidad de mentir – últimamente se me estaba dando muy bien esto de estar con chicos, bueno, con André mejor dicho – No hui, simplemente me puse nerviosa y pues… - no sabía que decir, a pesar de que ya conocía toda mí triste historia aun no le contaba sobre mis sueños, eso me lo guardaría digamos hasta que… estuviese en su lecho de muerte, “Te dije que te alejaras de él”, mire el reloj, las 6 en punto, cada día desde que había conocido a André a las 6 de la tarde el Maxim me hablaba, era como una especie de cita implícita, pero había notado que solamente ocurría cuando estaba con él, suspire, empezaba a acostumbrarme pero me molestaba que en ocasiones la voz en mí cabeza estuviera tan alta que me impedía escuchar la que estaba fuera, André miro el reloj.
-      Sé que significa que el palito grande llegue al 12 y el pequeño al 6 – observe como se levantaba de la cama sin decir una palabra, desde que el Maxim había regresado parecía que a esa hora se rompía el encanto y yo volvía a ser la calabaza – solamente que… - se giro rápidamente y me beso… el Maxim gruño hasta impedir que escuchara cualquier sonido, era obvio que no tenia la mas mínima idea de cómo besar así que me deje llevar, André se rio contra mis labios, me sonroje ¿acaso había besado tan mal? – Para ser tu primer beso no estuvo nada mal – salió de la habitación sin decir nada mas, me dejo como estaba, petrificada sobre mi cama, mi respiración agitada y el corazón mil por hora, aun podía escuchar el eco de los gritos en los oídos… no entendía la razón de tanto escándalo al final de cuentas él no era más que un sueño.

jueves, 23 de febrero de 2012

Capítulo 2

Me desperté sin saber que ocurriría, abrí los ojos pero lo único que seguí viendo era oscuridad, tome a tientas mí celular: 5:30 am. Maldije para mis adentros, sabía que me sería imposible conciliar el sueño nuevamente, trate de recordar porque me había levantado tan temprano, un escalofrió me recorrió el cuerpo, me senté con la respiración agitada, ahora lo recordaba todo… el V.M. me había hablado de nuevo en sueños, no quería recordar lo que acababa de delirar por lo que decidí salir a dar un paseo, me calce mis botas de montaña, coloque un abrigo sobre mí fina pijama y salí despacio de mí cama, no quería despertar a Rose y darle alguna explicación por lo que me deslice lentamente. Una vez fuera del edificio me sentí plena, aspire el aire fresco sintiendo adrenalina correr por mis venas, nunca había estado tan de noche fuera de mí habitación, la Academia se veía completamente diferente, cruce el patio principal admirando lo que me rodeaba, normalmente todo estaba completamente abarrotado pero ahora… las esculturas tenían una mirada diferente, me acerque a una que siempre me había llamado la atención pero que era el centro de reunión de las animadoras por lo que no lo podía observar bien, era un hombre con alas negras, o al menos parecían negras a la luz de la Luna, este miraba al frente con ojos suplicantes, las manos entrelazadas sobre su pecho, su cuerpo bien formado se encontraba envuelto en una túnica, su cabello parecía azotado por el viento eterno, sus labios carnosos medio abiertos queriendo suplicar, mi corazón se comenzó a agitar de una forma extraña, parecía tan real el Adonis que se encontraba delante de mí que lo tuve que tocar, piedra… piedra fría, delinee sus labios, su nariz, su pecho, sus dedos… sus alas… por último toque sus ojos, negros como la noche, seguí con la mirada el trayecto de la suya, a lo lejos mire otra estatua, camine como hipnotizada hacia ella, era una mujer, lo primero que se me vino a la mente era una diosa griega, una Afrodita, sus manos alzadas frente a ella tratando de alcanzar a su Dios, sus ojos cerrados con expresión de sufrimiento, sus labios abiertos en un grito de dolor, sus alas caídas. Cerré los ojos tratando de organizar ideas, no eran más que figuras de piedra que no sentían nada, me di media vuelta alejándome de aquellos seres que querían estar juntos pero que la naturaleza de su creación lo impedía.
Me adentre al bosque que rodeaba la escuela, muchas veces lo había hecho pero de noche no reconocía nada, un sendero se abría paso entre los árboles, seguí caminando pensando en mí madre, en mí padre… mí corazón estaba ya tranquilo cuando escuche pasos detrás de mí, me detuve sin girarme, el bosque volvió a quedarse en silencio, continué caminando sin quererme adentrar mucho… pasos detrás… me gire rápidamente… una sombra se escabullo entre los árboles, sentí el alma en los pies, no sabía si correr o quedarme donde estaba, la primera opción me gano, corrí lo más rápido que pude hasta salir del bosque.
-         Sophie –
Me quede quieta, esa voz la conocía, sentí todo dando vueltas, la respiración no me alcanzaba, la oscuridad invadió mí cabeza.



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-             ¿Se encuentra bien? –
-             ¿Por qué no despierta? –
-             Sería mejor un hospital –
Todas las voces se entremezclaban alrededor mío, no sabía dónde me encontraba, algo envolvía mí cabeza, la sentía pesada, la toque con la mano pero de inmediato alguien me detuvo.
-             Aleluya –
-             Sophi, ¿te sientes bien? –
-             Dejen que despierte bien, por amor de Dios –
Abrí los ojos encandilada, mire alrededor totalmente desubicada, estaba rodeada por personas que no reconocí a primera instancia, volví a tocarme la cabeza: estaba vendada, delante de mí se encontraba una enfermera.
-             ¿Te sientes bien? ¿Recuerdas algo? –
La información comenzó a regresar a mí cabeza en desorden, no sabía que estaba antes y que después, Is se encontraba a mis pies, en cuanto la vi todo tomó coherencia, me había desmayado justo cuando el Venture Maxim pronuncio mí nombre, sentí que me daba taquicardia, volví a cerrar los ojos intentando olvidar lo que acababa de vivir, pero algo no encajaba… la venda
-             ¿Qué me ocurrió en la cabeza? – mí voz estaba ronca ¿Cuánto tiempo llevaba dormida?
-             Te golpeaste al pie de la estatua – abrí los ojos de golpe, ¿acababa de decir estatua? Pero si mal no recordaba había perdido el conocimiento apenas salir del bosque.
-             ¿Cuál estatua? – mí voz temblaba, no sabía exactamente la razón, pero temía que dijera que había sido en la estatua del Ángel Negro.
-             La que está en el centro del patio – sentí un nudo en la garganta, quería largarme de ahí – Caíste y te golpeaste con la base, y bueno, te abriste el cráneo, debes permanecer un tiempo en la enfermería para asegurarme de que no colapses –
-             Esonoesposible – las palabras salieron atropelladas de mí garganta, todos me miraron confusos, trate de sentarme pero me detuvieron, sabía que sería pérdida de tiempo volverlo a hacer o siquiera discutir, conté hasta diez para calmarme – Eso no es posible, recuerdo perfectamente que me desmaye apenas salir del bosque – mí voz no era la mía, sonaba pastosa y lejana, las miradas preocupadas me observaban, la enfermera me poso suavemente una mano sobre el hombro.
-             Muchas veces uno cree recordar lo que pasa antes de desmayarse pero en realidad eso no ocurrió, tal vez fueron los últimos pasos conscientes que diste pero claramente llegaste hasta el centro del patio – volví a cerrar los ojos cuando un golpe estremecedor me agito el cerebro “Cállate” la voz del ser extraño parecía estar dentro de mí, sentí que se me agitaba el corazón pero no había forma de demostrar lo que en realidad me ocurrió, además… ¿Quién me iba a creer que un hombre que solamente conozco en sueños de repente me hubiese seguía hasta el bosque y ahora hablaba dentro de mí cabeza? Con la sola idea de decirlo en voz alta ya me veía con una camisa de fuerza, me gire para darles la espalda, quería intentar dormir o por lo menos hablar a solas con Isabelle pero oía como salían uno tras otro por la puerta hasta dejarme abandonada con mis pensamientos. Me puse boca arriba, lo único que me podía distraer era intentar hallarle forma a las figuras abstractas del papel tapiz que cubría el techo y contar los agujeros por los cuales ya se observaba el cemento, no quería pensar en lo que me había ocurrido, era demasiado escalofriante como para repasarlo estando sola, lloré en silencio sin saber exactamente la razón, una fría brisa me removió, me senté con la intención de cerrar la puerta de la enfermería pero esta se encontraba hasta con el cerrojo puesto, las ventanas completamente atrancadas, la enfermería era el lugar más alejado de todo el castillo pero también el más nuevo, lo acababan de construir el año pasado cuando la doctora se negó a trabajar en un sitio viejo y helado, no era demasiado grande, solamente cuatro camas, cada una con el espacio suficiente y una mesita de noche… de nuevo la brisa, un frió penetrante se apodero del recinto, me tape con las sabanas, exhalaba vapor, comenzaron a castañearme los dientes, me levante a trompicones de la cama deseando llamar a alguien, tal vez la calefacción había dejado de funcionar, llegué hasta la puerta pero estaba completamente trabada, algo no encajaba con lo que observaba… fue entonces cuando caí en la cuenta que el pasador estaba por dentro y yo estaba sola, no había forma de que la enfermera o quien sea (que no estuviera dentro) hubiese podido cerrarla, una cama chirrió detrás de mí, seguía haciendo un frió glacial a mediados de septiembre, ruidos…
-             Hola – sentí que volvería a desmayarme de un momento a otro, no quería girarme, no quería encarar lo que me aguardaba – No seas grosera, Sophie, por lo menos deberías darme la cara – me gire lentamente deseando y rogando a los Cielos que no fuera más que producto de la contusión que acababa de sufrir… pero no era un sueño ni una alucinación, el hombre que tanto había estado rondando mis sueños se encontraba delante de mí recostado sobre un camastro, por algún extraño motivo sabía que no volvería a hablar hasta que yo no dijese algo, abrí la boca varias veces como pez fuera del agua, nada se me ocurría – Con un hola bastaría – su voz era exactamente igual al de mis sueños pesadillas pero con un dejo de diversión, parecía que se lo estaba pasando de lo lindo, camine hasta mí cama, frente a él, intente no pasar demasiado cerca pero fue inútil en cuanto estuve justo delante de él se sentó observándome.
-             ¿Quién eres? –
-             Tú ángel guardián – me observo directamente, no había reparado en varios detalles de su rostro, su nariz perfecta, sus pómulos marcados, cejas pobladas, ojos grandes y… fríos, labios carnosos, un mechón de su cabello caía libremente sobre su frente, una tez bronceada pero reluciente bajo la luz opaca, estuve tan perdidamente maravillada con lo que tenía delante de mí que no reaccione ante su respuesta.
-             ¿Mí qué? –
-             Tú án-gel gu-ar-dí-an – no sabía qué demonios estaba ocurriendo, se escucharon pasos provenientes del pasillo, mire hacia la puerta y después hacia el Maxim pero ya no estaba, la puerta de la enfermería se abrió de par en par, me quede sorprendida.
-             Me alegra que ya estés despierta, te toca tú medicina y sentía feo tener que levantarte, pero… estas helada –
-             ¿Qué día es hoy? – no escuche nada de lo que me decía, temía su respuesta
-             13 de septiembre – el aniversario de mí madre, dos años de fallecida.

domingo, 19 de febrero de 2012

Capítulo 1


-¿Alguien me podría decir que es lo que hago aquí?- murmuré para mí misma, aunque sabía que más de alguno a mí alrededor me había escuchado, en la clase de Historia Universal nadie hablaba, no me importaba en lo más mínimo que mí compañero de al lado me creyera un bicho raro o que la misma maestra prefiriera no acercárseme, ya estaba acostumbrada, alcé la cara un segundo para mirar el reloj, faltaban solamente 5 minutos para el timbre aunque la próxima clase no era un alivio.
-Señorita Donelly, a su libro- torcí la boca al escuchar a la arpía regañarme, si apenas fueron unos pocos microsegundos, baje de nuevo la vista hacia mí gran libro Historia Universal por Arthur Leedor, un tipo tan aburrido que no me sorprendía que nunca se hubiese casado ni tenido hijos. No recordaba donde lo había escuchado pero decían que mientras más rápido quieres que pase el tiempo más se detiene y al parecer así me estaba ocurriendo, en esta ocasión solamente levanté los ojos, 4 minutos, Dios… solamente había transcurrido 1 minuto, a lo mejor la bruja que teníamos por maestra lo descompuso o algo para que pareciese que el tiempo iba más despacio, sí, eso era.
Por fin el bendito timbre sonó lejos del aula, ahora nos tocaba correr hasta la próxima clase del otro lado de la Academia pero por mí no existía ningún problema en llegar un poco tarde, Gimnasia era la clase que más odiaba de todas, incluida Historia, el profesor era un señor mayor que si no tenías un cuerpo atlético, eras bonita o en el peor de los casos tenías la Cruzada te trataba poco menos que a una escoria sobre la Tierra. Camine sola por los pasillos de Full Moon Academy, con la mirada puesta en el suelo, la mochila al hombro y pensativa, en definitiva no tenía la menor intención de asistir hoy al gimnasio para que me humillaran como el día anterior, eso de tener diario deportes no me agradaba en lo más mínimo, no sabía ni para que me servía, jugar volly o hacer piruetas por toda la cancha como una prostituta mientras le meneas el trasero a los del equipo de fut bol no tenía atractivo para mí, así que en lugar de dirigirme al ala más lejana de toda la escuela me fui hacia el patio donde se encontraban los cuartos separados de las aulas, atravesé con paso rápido el jardín hasta la seguridad del dormitorio de las chicas, subí de dos en dos los escalones hasta el cuarto piso y de ahí a la habitación número 53, abrí la puerta de un tirón y me encontré con una escena nada agradable, mi compañera Rosemarie discutiendo con su novio, ni cuenta se dieron de que los encontré en medio de su encontronazo ya que cerré con fuerza la puerta, genial, y ahora a donde me iba a ir, ya no alcanzaba a llegar a mí clase y la verdad prefería quedarme dentro del cuarto mientras aquellos dos tenían un pleito a enfrentarme con el Profesor Strunger.
-      Sophie - gire cuando escuche mí nombre, era mi mejor amiga Isabelle, sonreí aliviada al verla con la cara fuera de su puerta, por lo menos era un rostro amigable que no se mofaba de que yo no tuviese la Cruzada en mí muñeca, me acomode la mochila y camine hasta su cuarto, se hizo a un lado para que pasara, me tumbe en su cama, estaba agotada de tanto caminar, y dizque estudiar- Sospeche que no querías estar con Rose -- la mire incrédula -- Es que vi cuando Eric entro en el cuarto -- ambas soltamos una risita, en su compañía me sentía muy cómoda, podía ser yo misma.
-      Deberían de poner en la puerta un aviso o por lo menos decirme, con esta es la cuarta vez que los encuentro así, a estas alturas ya podría decirte que groserías les gusta gritarse más - negué con la cabeza tratando de sacar esas imágenes de mí cabeza.
-      Olvídalo Sophie, mejor cuéntame tú nuevo sueño - torcí la boca sin que me viera, la verdad quería que olvidara lo de mis sueños, tenía como dos semanas soñando con el mismo Venture Maxim, aparecía de diferente manera, ya fuera como un compañero de clase, como un primo o solamente se me atravesaba en el camino pero siempre era el mismo, como poder olvidar tan magnífico rostro, ojos color verde, piel morena y pelo oscuro, con un cuerpo que muchos hombres darían el alma por tenerlo, pero lo más destacable era su tatuaje en forma de Cruz en el cuello de un blanco aperlado que destacaba considerablemente contra su piel oscura. La mayoría de los Venture la tenían en el interior de la muñeca y muy pocos en el cuello, a esos les decían Venture Maxim, los que no la poseíamos no sabíamos que eran o que hacían y aprendimos a alejarnos de ellos, pero no les molestaba, al contrario, lo consideraban un honor. La Cruz era algo que ya no nos llamaba la atención, al principio simplemente creíamos que se trataba de algún tonto club que acababan de inaugurar y que para poder ser miembros tenían que tatuarse pero ahora sabíamos que nada tenía que ver con alguna tontería de alumnos, algunos de mis amigos se unieron a ellos recién se puso de moda pero poco a poco iban reclutando más, hasta el momento seguían siendo minoría en la Academia no obstante iban en aumento, algunos compañeros y yo nos pusimos de acuerdo para descubrir exactamente que era, al final conseguimos un bosquejo muy parecido al original, una Cruz de más o menos 7 cm. que se iba haciendo más angosta mientras se acercaba al centro de la misma y dentro de la cruz una rosa con tallo y espinas, pero lo que más nos llamo la atención era que mientras más tiempo tuvieras con la Cruzada más colores tenía, al principio era únicamente los contornos hasta que los más antiguos la tenían completa, la cruz negra, la rosa roja y el tallo verde, todo el esquema era tan real que parecía que las espinas podían llegar a pincharte un dedo si tocabas la marca, a diferencia de los Venture Maxim, la de ellos era blanco aperlado con la rosa roja. Me levante de la cama tratando de sacarme el rostro del desconocido de la mente aunque sabía que fracasaba, normalmente luego de despertarme y haber soñado con él su rostro flotaba delante de mí como por cuatro o cinco horas, si no es que todo el día lo tenía rondándome por la cabeza, maldije internamente a Isabelle por haberlo mencionado, hasta el momento no lo había recordado pero gracias a ella ahora me sería imposible olvidarlo, me metí a su baño y cerré la puerta delicadamente, no quería portarme grosera con quien me había dado refugio en su habitación, me mire en el espejo tratando de volver a mí misma, unos ojos color avellana enmarcados por una larga cabellera ondulada me regresaron la mirada, el rostro que miraba no era hermoso pero tampoco podía considerarse feo, algunos de mis compañeros solían llamarme belleza exótica, piel clara casi blanca, pelo color miel, ojos grandes y de un color extraño, boca carnosa y de un matiz rojizo natural, dientes blancos como la nieve, podría decirse que tenía un cuerpo bonito, era delgada, de busto pequeño al igual que mí cintura y estatura promedio pero eso no era suficiente para tener el privilegio de agradarle al profesor de Gimnasia, no claro que no, a él le gustaban con cuerpo de súper modelo, obviamente muy pocas lo tenían. Cuando noté que los ojos del espejo estaban normalizados salí del baño, Isabelle me conocía y cuando prefería alejarme de alguien era porque había tocado un tema difícil así que no me presiono más, pero de todos modos fui yo la que abrió la boca, una parte de mí quería contar el sueño pero otra me decía que no se lo dijera a nadie, en esta ocasión había sido diferente, en otros no me hablaba el Cruzado en cambio ahora sí.
-      Me hablo - dije con voz queda, noté como se dejo de escuchar los dedos de mí amiga teclear en su ordenador, habíamos comenzado a indagar sobre quien era o que quería de mí, pero hasta el momento se limitaba a observarme ya sea desde lejos o delante de mí, se me erizo la piel al recordar su voz, ronca, seria y… fría, fría como el acero.
-      ¿Y qué te dijo? - su voz preocupada me volvió a la realidad, lejos de aquel hombre que tanto me intrigaba y asustaba al mismo tiempo.
-      Que de ahora en adelante todo iba a cambiar - en resumen eso me había dicho, de todos modos no podía recordar nada más  - Si hubieras sido tú la que lo hubieras soñado… - me estremecí, no me desagradaba soñar con él,  cada noche ansiaba con demasiadas ganas dormirme para saber cómo se me iba a aparecer pero lo más extraño era que antes de soñar con él siempre sabía cuando soñaba y podía controlarlos pero ahora ya no, no sabía que no era real, ya que los colores y las sensaciones eran demasiado vividas.
-      Pero como se te acerco o… dime como fue, todo de todo - se sentó junto a mí pero apenas la sentía a mí lado, dentro de mí cabeza algo estaba ocurriendo, algo estaba pasando por alto, algo importante pero no sabía que era- ¿Sophie?
-Lo siento- regrese al presente de una manera brusca- Estábamos en… el parque, si en el parque- cada vez que contaba que había soñado me costaba muchísimo trabajo, tenía que recordarlo todo, esforzarme y dejarme llevar por lo que mi mente me daba y aun así muchas veces no podía recordarlo todo- Pero no estaba sola, había alguien junto a mí- ¿Seria mí padre? O… ¿Isabelle? Bien podía ser cualquiera de los dos no sabía decirlo- No recuerdo quien era, pero se fue en cuanto el V.M. se me acerco, comencé a sentir mucho miedo- esa parte sí que la recordaba bien, porque desee fervientemente que fuera un sueño, quise despertar en mí cama, aunque obviamente desconocía que solamente era una ilusión- Era de día pero en cuanto me agarro de la muñeca el Sol desapareció, era de noche sin estrellas ni Luna- volví a sentir el miedo que pase la noche anterior, las manos me comenzaron a sudar una vez que todo regreso a mí mente, pero también recordé la sensación extraña que me invadió, desee que el Venture se quedara conmigo a pesar del gran miedo que me inspiraba su presencia- Abrió la boca y me dijo que todo iba a cambiar- me cubrí la cara con mis manos, algo se quería asomar a mí memoria, algo importante, la cabeza empezó a dolerme de tanto esfuerzo pero sea lo que fuere era de mucha relevancia- Dijo que tuviéramos cuidado- en el tuviéramos la incluía, si… había mencionado algo de Isabelle pero era demasiado para mí, no podía recordar más- Dijo algo de ti pero no se que era… que trataría de protegernos pero que aun así anduviéramos con pies de plomo- esas no fueron exactamente sus palabras pero si las parafraseaba se convertían en eso, mire a Is a la cara, tenía la boca abierta del asombro, no se esperaba algo así y yo tampoco ahora que lo recordaba- No preguntes más por favor- mí leve dolor de cabeza ahora pasaba a convertirse en una migraña en todo su esplendor, me martilleaba el cerebro, parecía que quería salirse de su lugar pero odiaba tomar medicamentos. Me pare lentamente de donde estaba, únicamente Is sabía sobre mis sueños, gracias a Dios, así no tenía que vérmelas con nadie más, ni con preguntas innecesarias ni con caras de bicho raro, no confiaba en nadie más para ser especificas, Isabelle y yo crecimos juntas, desde el preescolar hasta este momento, nuestros padres tuvieron la genial idea de que estudiáramos en la prestigiosa Academia Luna Llena, por lo menos estábamos juntas, si no… lo más seguro es que ya me hubiese tirado de la torre más alta de la escuela, que era la de Astronomía. Me deje caer sobre la almohada de mí amiga a su lado, ahora le tocaba decir algo a ella, pero no emitía sonido alguno, solamente su respiración me decía que no se había puesto en coma.
-¿Is?- ahora me toco a mí traerla de vuelta a la realidad, cuando me cruce con su mirada pude notar cuando estuvo conmigo otra vez- ¿Qué pasa?
-Nada- su respuesta no me convenció y mucho menos su tono de voz, sabía cuando me mentía y cuando decía la verdad, ahora… era a la mitad- Pero simplemente fue un sueño- su voz socarrona me recordó que nos estábamos asustando por una ilusión, reí junto con ella- No vale la pena darle demasiada importancia a algo que no es real, creo que es más probable que nuestros padres nos saquen de aquí a que lo que tú sueñas se convierta en realidad- nos reímos juntas como cualquier otra tarde normal pero en el fondo de mi mente seguía guardado mí sueño, y tarde o temprano saldría a relucir.
En cuanto escuche que la puerta de mi habitación se abría y la risa de mí compañera y su novio se alejaron por el pasillo camine presurosa hacia mí refugio, nunca llegaría a comprender como podían ser tan bipolares. En realidad quería estar sola con mis pensamientos, pero temía que mis sueños regresaran y otra cosa me horrorizaba… los recuerdos, me abrumaban cuando mí cabeza estaba vacía o tenía la guardia baja: el recuerdo de la muerte de mi madre. Ese había sido el último día en que había dormido en casa, el día siguiente por la noche ya estaba en esta horripilante escuela, lo peor fue presenciarlo todo. Me tumbé en la cama cerrando los ojos aliviada de que Rosemarie y Eric ya no estaban y deje que todo lo que había estado tratando de bloquear se apoderara de mis sentimientos y pensamientos. No supe cuando los recuerdos se convirtieron en sueños pero cuando me levante de la cama ya no estaba en mi habitación de la Academia si no en mí cuarto color melocotón, lo reconocí en seguida pero no por el acomodo ni los adornos si no por el olor… olía a lavanda, el incienso favorito de mí madre, me levante apresurada de entre las sabanas y baje corriendo las escaleras gritando a todo pulmón a mí mamá, solo Dios sabía cuánto la extrañaba, pero en cuanto llegue a la cocina la vi de nuevo tirada sobre el linóleo blanco aperlado, con las muñecas rajadas y chorreando sangre, quise gritar pero sabía que ya no había tiempo, estaba pálida como la cera y el color de sus labios se había extinguido ya hacia bastantes horas, solté un grito de dolor y desperté sobre mí cama de la Academia. Me senté agitada, todo había sido un sueño, un recuerdo, pero tan real que aun era capaz de ver el rojo de la sangre sobre el suelo dentro de mis pupilas, fui hasta el baño a lavarme la cara, tenía que sacar de mí cabeza ese sueño, pero era imposible, de eso ya tenía 2 años, pocos como para que estuviera sanada, me mire el interior de mis muñecas observando dos pálidas cicatrices recordando cómo me las hice y la sangre que manaban de ellas, si Mildred no me hubiese encontrado en el cuarto de baño de mantenimiento en estos momentos acompañaría a mí madre, de cierta manera agradecí que me encontrara y por otro lado la odie cuando escuche que llamo a gritos a la directora, desde ese incidente había pasado 6 meses y ese tiempo llevaba viendo a la psicóloga de la Academia, una señora de apariencia amable pero un tanto fría a la hora de hablar, mire el reloj horrorizada, hace ya 10 minutos pasaba de la hora de mí sesión, las tenía diario durante un año y cada una duraba 60 horrorosos minutos, corrí hasta la puerta de su consultorio y aporree la puerta.
-Adelante- su voz sonaba ronca y enojada ya estaba acostumbrada a que hablara así, abrí la puerta lentamente, sabía que me esperaba una reprimenda por mí tardanza- Nunca llegas tarde, a que se debe ese… honor- la mire sentada en su sofá con las gafas puestas, tomando apuntes, ahora que lo recordaba nunca la había visto de otra manera.
-Lo siento, me quede dormida- tome asiento delante de ella como diario, al principio que comencé a tomar las terapias mis compañeros me preguntaban qué era lo que hacia pero ahora… nadie se acordaba de que asistía a la loquera.
-No te preocupes, eres mí paciente más cumplida, y la que veo que tiene mucho más progreso que los demás- me sonrió, le regrese el gesto, nunca le había dicho de mis sueños con el V.M. estaba segura de que diría que las sesiones iban a durar 3 o 4 horas, le seguía la corriente, lo de mentir se me facilitaba mucho y en este lugar lo usaba excesivamente, odiaba tener que admitir que a lo mejor si ocurría algo en mí cabeza, desde pequeña siempre fui extraña pero ahora… después de la muerte de mi madre se intensifico, ya no temía nada, ni siquiera meterme en problemas pero… no podía hablar con nadie más, ni contarles mis secretos, claro excepto Isabelle, pero no solamente era que no confiaba en los demás, Verónica, la psicóloga me había dicho que si no aprendía en confiar en mí jamás podría abrirme con el resto, eso demostraba mí falta de tacto al hablar con los mayores, en mí poca experiencia con los muchachos y en mí total ignorancia en lo que se refiere al mundo exterior así que debía agradecer a mí padre por tenerme en un lugar a salvo, aunque en realidad lo odiara.
-Cuéntame sobre tú día- torcí la boca al recordar que había faltado a la mitad de mis clases pero tarde o temprano se daría cuenta de que no asistí a mis materias, sonrió al verme- Se que no fuiste a ninguna de tus clases… bueno… a la mitad de tus clases, ¿quieres decirme la razón?- eso era fácil, ella conocía mí déficit en Gimnasia.
-Es que tenía Gimnasia y por eso no fui, me quede en el cuarto de una amiga- obviamente no le diría la razón- después me fui a mí cuarto y me quede dormida- esa era la verdad- Cuando me desperté me di cuenta que se me hacia tarde hasta para venir contigo.
-Que no vuelva a ocurrir- me miro de reojo las manos así que se las mostré directamente, negó con la cabeza- Se que estas mejorando, Sophie, espero que no retrocedas.
-Claro que no, Vero, si quieres saber algo sabes que me lo puedes preguntar directamente- tenía que demostrar que confiaba en ella para que así me dejara tranquila un rato, aun me faltaban 6 meses de terapia pero esperaba que con mí “recuperación apresurada” me dijera que con este tiempo era más que suficiente, no quería pasarme el resto de mí estadía en Full Moon Academy viniendo a este consultorio.
Después de terminada la sesión que en esta ocasión se me hizo la más larga del mundo gracias a que lo único que deseaba hacer era correr a mí habitación a refugiarme en mí cuadernillo. Desde que aprendí a escribir tenía una frase: “Si no escribo me vuelvo loca”, claro, lo decía en broma porque en realidad ya estaba loca, o al menos eso opinaban el resto de mis compañeros.
Cuando por fin estaba por alcanzar el camino hasta los dormitorios un gruñido de mí estomago me recordó que no había almorzado nada ni comido, suspire pesadamente y me encamine a la entrada del comedor, era la hora más concurrido pero al mismo tiempo la que más sola se me hacia, seria falso decir que todos me hablaban, seria mentirosa si dijera que tenía con quien sentarme a chismear, seguí mí camino hacia la barra de comida, me serví en una bandeja lo primero que encontrara a mí alcance, estaba más que acostumbrada a que me llamaran de todas las formas habidas y por haber, desde anormal hasta fricky pero no me importaba, me senté en una mesa alejados de todos con mí comida solitaria, saque de mí mochila un libro, era mí lectura favorita: Romeo y Julieta de William Shakespeare, lo había leído tantas veces que era capaz de recitarlo sin una sola falta pero aun así me seguía fascinando, la forma en la que se amaban y necesitaban era tan cautivadora que la sola idea de que la muerte no los separara me causaba escalofríos, desee fervientemente que algún día alguien me amara así, pero estaba segura que dentro de esta Academia nadie me miraría de esa forma, estaba tan sumida en el libro que no me di cuenta que el comedor poco a poco se fue vaciando hasta solamente quedar algunos rezagados, guarde mí “Biblia” dentro de la bolsa y camine a los jardines, siempre me ocurría que después de leer necesitaba pensar, necesitaba acordarme de que era real y que no, era tanto mí deseo de que me pasaran cosas que solamente en los libros ocurrían que me salía del contexto de la realidad pero también era verdad que mí vida era horrible, jamás le desearía todo lo que me había pasado a nadie, ni siquiera a mí peor enemiga, pero no tenía de otra más que soportarlo todo con la cabeza en alto. Me senté en una banca con vista a la barranca, deje a mí mente vagar hacia las montañas, Escocia era lo más hermoso que mis ojos habían mirado, cada castillo contaba una historia, cada piedra con las que habían sido construidos hablaban por si solas, conocía de memoria cada fortaleza del país, aunque odiaba Historia Universal, amaba con locura Historia Nacional, me parecía maravilloso como antes sin poseer conocimiento alguno de física, arquitectura, diseño de interiores podían hacer de un simple llano algo tan hermoso como lo era el Castillo de Edimburgo, mí favorito de entre todos, me gire para observar mí propia escuela, era una construcción moderna, de a principios del siglo XIX, era una combinación de muchas estructuras de la Edad Media, Edad de Oro, etc. Cada sección del castillo era diferente, de igual forma me hubiese gustado quedarme en mi tierra natal, Francia, suspire, era imposible no rememorar a mí mamá cuando pensaba en mí hogar, cuando era pequeña me perdía entre los pastizales de la casa con mi madre persiguiéndome detrás, desde ese entonces Isabelle y yo sabíamos que estábamos destinadas a estar juntas, entre las tres jugábamos a las escondidas, una lagrima rodó por mí mejilla hasta perderse entre mis cabellos, cerré los ojos y aspire mentalmente el aroma de los rizos de oro de mí madre, cuando era niña siempre añore tener su cabello, sus ojos color esmeralda y su piel clara como la leche, quien me viera no sabría que fui hija de Juliette Estuardo, no tenía nada de ella ni de su familia, todo lo mío era Donelly, sonreí al acordarme de un acontecimiento que jamás olvidare. Era una tarde de verano en las praderas de Escocia, ya teníamos alrededor de 2 años viviendo aquí, Is ya era mí vecina y mi madre ya trabajaba de maestra con sus adorables niños, ese día llevaba puesto un vestido color lila que con el viento se me levantaba hasta enseñar los calzoncillos, a los lejos escuche como mi padre me llamaba a gritos, corrí hasta él con los pies descalzos sobre el pasto húmedo, cuando llegue mí abuelo estaba a su lado, recordé como torció la boca y dijo con su voz ronca.
 -Esta no es mi nieta, que yo recuerde es hija de mí única hija, donde están los rizos, y los ojos, y la piel, no, no no- lo recordaba como si hubiese sido ayer, la forma en la que torció la boca, la manera en la que me inspecciono de pies a cabeza hasta que por fin llego a mí nariz, de perfil griego, ahí fue cuando sonrió,
-Claro que si eres mi nieta- me sonrió tiernamente y me beso en ambas mejillas- si no tuvieras la nariz de tú madre no pasarías por su hija - me abrazo de tal forma que me hizo sentir muy bien, pero era verdad, yo no me parecía a mí madre, no sabía si era algo bueno para mí papá o no pero para mí era lo peor que me pudo haber pasado, no tenía nada de ella, nada que me la recordara, ni siquiera una foto y mucho menos una carta, lo único que tenía eran recuerdos, algunos buenos otros malos, no sabía que le ocurría a mí mamá y seguía desconociendo la causa por la que se había suicidado, mi padre se negó a darme alguna explicación lógica y yo no tenía forma de averiguar más.
Del cielo comenzaron a caer gotas grandes, sabía que pasaría a continuación, conocía de memoria el clima de Escocia, así que antes de que el aguacero se viniera en todo su magnificencia me levante pesadamente de mí banca favorita, alejados de todos y todas, anduve sin rumbo fijo dentro del castillo hasta que me harte y decidí ir a la biblioteca, no tenía ni la menor idea de en donde se localizaba mí mejor amiga y no tenía ganas de andarla buscando.
Suspire empujando la puerta de entrada, camine cabizbaja hasta la sección de Economía, en mí haber estaba un examen que debía de pasar si no quería que me quedara reprobada toda la unidad, busque el que era para mí nivel, dentro de la biblioteca estaba una área donde uno se podría a sentar a estudiar sin que nadie lo molestase y como siempre me senté donde nadie me pudiera ver, no era porque a mí me incomodara que me estuviesen mirando más bien era porque yo no quería incomodar a nadie con mí presencia. Me sumí tanto en la lectura que la comencé a encontrar interesante y hasta entretenido que no fue hasta que me gritaron en el oído que me percate de que me estaban hablando.
-Vaya si que te gusta…- giro la cabeza para poder mirar la portada- ¿Economía? – enarco una ceja mirándome suspicazmente.
- Tengo que estudiar, si vuelvo a reprobar un examen tendré que repetir semestre, por cierto… Hola Dominic - cerré el libro y lo metí en la mochila, Dominic era un compañero de algunas clases, uno de los pocos que no me miraban raro, bueno… en algunas ocasiones si lo hacía pero eran contadas.
- Hola Sophie – se inclino hacia adelante para darme un beso en la mejilla, cuando me sonrió se le marcaron sus dos hoyuelos que tenía a cada lado de los labios, era un muchacho único, amable, caballeroso, educado y responsable, de esos que están en peligro de extinción. Los dos salimos de la biblioteca sin decir una sola palabra, cuando estábamos solos las palabras sobraban, lo consideraba como mí hermano mayor, un hermano que nunca tuve.
- Como ha estado tú día – sabía que solamente preguntaba por hacerme platica, así que lo más educado era contestarle.
- Pues como siempre, Dom, aburrido y largo – fuera de la Academia continuaba lloviendo a cantaros, imposible era irme a mí habitación, torcí la boca pensando que tanto me mojaría si corría desde donde me encontraba hasta el edificio, poco seria decir que acabaría como recién bañada, no me quedaba de otra más que estar en compañía de Dominic, no me molestaba estar con él pero por el momento me apetencia más estar atrapada en mis pensamientos, aun tenía muchas cosas que aclarar y encargarme- ¿Cómo esta tú padre?- recordé que hace poco que a este lo habían internado por un infarto, ya que con tantas ocupaciones en el trabajo no se preocupaba por su salud.
- Se encuentra mejor, gracias, ayer ya le dieron el alta y ahora mismo se encuentra en Hawái disfrutando de unas vacaciones – su tono de voz destilaba algo de resentimiento, no pude descifrar si la razón era porque quería ir o por algo más, de todos modos me abstuve de preguntar para no incomodar - ¿Has pensado lo que te propuse?
- Si – días anteriores Dominic me había alcanzado para invitarme a salir, quería ir al pueblo el siguiente fin de semana pero yo sinceramente no tenía muchas ganas, no porque él no me agradara si no porque no quería perder nuestra grandiosa amistad solamente por algún error que cometiéramos.
- ¿Y? –
- No lo sé, Dom, sabes que te quiero mucho pero como amigo ¿verdad? – no sabía que más le podía decir, pero la verdad era que me encantaba el muchacho, desde la primera vez que lo vi me gusto pero sabía que yo no estaba destinada a estar con alguien, ¿Cómo lo sabía? No tengo la menor idea.
- Listo, arreglado, vamos como amigos, paso por ti mañana a las 9 a tú dormitorio, llévate ropa cómoda – y antes de que pudiese añadir algo más a la conversación, salió corriendo, me quede rememorando un momento lo que acababa de ocurrir ¿era acaso que iba a salir con mi mejor amigo? Recordé palabra por palabra, íbamos ir al cine, entonces porque demonios me dijo que me pusiera ropa cómoda, suspire pesadamente sin saber que era lo que me esperaba al día siguiente.

My Angel (Prologo)

S
ophie Donelly es una chica como cualquier otra pero ha sido señalada por el destino, no confía en si misma ni en nadie más, tiene 17 años y lo que más ansia es regresar con su familia. El internado en donde está no le gusta, cosas extrañas suceden ahí y no logra adaptarse al medio, pero aunque no quiera su padre se niega a sacarla de ahí, lo que le responde cada vez que se le ocurre decir algo por el estilo es: “Ya entenderás porque debes de estar en Full Moon” o Luna Llena como prefería llamarlo ella. No sabe lo que pasa dentro de las paredes de tan horripilante Academia, sus alumnos caminan por los pasillos con las cabezas gachas y solamente muy pocos, los Venture, se pavonean exhibiendo una cruz en el interior de la muñeca pero nadie sabe lo que significa. Sophie quiere irse, salir de ese lugar pero algo la detiene a parte de su padre, algo le dice que debe permanecer ahí, pero no sabe que es, teme por su vida y por la de sus pocos amigos, no obstante en sus sueños no deja de aparecerse la cara de un chico, de un Venture Maxim, lo reconoce por que este joven tiene la Cruzada en el cuello, aun así no sabe quién es, nunca lo ha visto pero presiente que muy pronto lo averiguara.

viernes, 13 de mayo de 2011

¿Que se puede hacer cuando el corazón pide algo que la razón no le ofrece?

¿Que se puede hacer cuando el corazón pide algo que la razón no le ofrece?
Absolutamente nada.

Estas frente a un mago con un sombrero negro de copa, te dice que dentro se encuentra una paloma, no te queda de otra mas que creer, pero se voltea y alcanzas a mirar un cuervo… pero… ¿seguro que viste bien? ¿No será acaso que es una paloma herida que aparenta ser cuervo? ¿Como puedes confiar en una persona que te ha mentido? Simplemente perdonándola, tal vez no cometió ningún error ya que simplemente fue sincero con su corazón, pero si te pide si te suplica si te demuestra que no es cierto, que fue una equivocación, que creía otra cosa… nada te cuesta abrazarla, besarla y dejar todo en el olvido, ¿acaso te es tan difícil ser feliz? Si la felicidad la tienes al alcance de la mano ¿porque no la tomas? ¿Por qué insistes en hacerte el que no sabes nada, el que no le importa un comino? Tal vez piensas que es lo mejor, que esa persona será mas feliz al lado de su numero uno pero… ¿Cómo sabes que es lo correcto? ¿Cómo sabes que no será aun más feliz contigo? Es cierto que si de verdad amas lo dejaras libre pero… SIGUE REGRESANDO, sigue estando ahí… no tienes otra cosa mas que hacer que recibirla con los brazos abiertos, se que serán sumamente felices, porque en esta vida no ahí nada mas hermoso que tener entre tus dedos a esa persona que te hace sonreír…

¿Te has puesto a pensar que todo cuesta? Muchas veces es dinero, otras material pero esas son cosas que vienen y van que hoy las tienes y mañana se encuentran tan lejos que jamás las recuperaras, yo hablo de cosas que de verdad pesan, que de verdad duelen cuando ya no las tienes… hablo de la persona a la que amas… cuesta sacrificios, cuesta lagrimas, cuesta dolor… cuesta noches en vela pesándole… pero todo esto tiene sus recompensas, las obtienes cuando la tienes entre tus dedos, cuando la abrazas, cuando la besas, cuando le muestras al mundo a la persona mas fantástica que existe… se feliz… cueste lo que cueste… y siempre con una sonrisa en el rostro…

Quien se enamora pierde el aliento, respira mediante el amor, quien quiere sigue respirando, sin dificultad vive.

Quien ama deja de pensar actúa con el corazón, quien quiere piensa más las cosas, no quiere ser lastimado.

Quien se enamora sabe, que lo que nunca fue tuyo nunca regresará a ti, quien quiere no desea esperar, tiene miedo a perder.

Quien ama no mira ni observa, está ciego por amor, quien quiere no mira no observa, no critica, simplemente está ciego.

Quien se enamora no vive, muere y resucita por el ser amado, quien quiere sólo vive…
 
Quien ama no habla, te demuestra cuánto te ama, quien quiere habla, pero titubea.

Quien ama nunca tiene la razón esta ahí para aprender a ti, quien quiere te da la razón pero con la duda.

Quien ama, el que se enamora, tiene un miedo profundo pero lucha contra él, quien quiere el miedo lo corroe y posteriormente lo aleja de ti…

Quizás el que ama es el que más se sacrifique, pero en realidad el que más pierde es el que quiere…